Doña
Marina (también conocida como Malinche, Malintzin o Malinalli) fue
un tributo de guerra entre los mayas y los aztecas, por lo que
hablaba náhuatl (su lengua materna) y maya (su segunda lengua). Posteriormente
entraría al servicio de Cortés y aprendería español. La figura histórica de
Malinche a menudo se confunde con el mito. Algunas veces se identifica con la
leyenda mexicana de la Llorona. La Llorona es un fantasma de una mujer joven
vestida de blanco que se aparece en los caminos. Según la leyenda, se trata de
una viuda que, ante el abandono de su marido, enloquece y asesina a sus hijos.
Obviamente, no hay pruebas de que esto ocurriera con Malinche. Sin embargo,
existe la palabra malinchismo, que se relaciona con la crueldad de la
conquista de México a manos de los españoles y con la pérdida cultural.
Ambos
intérpretes de Cortés ya eran católicos, por lo que el conquistador supuso que
así sería más fácil transmitir el cristianismo a los indígenas. Ambos
colaboraban con los frailes y sacerdotes en su labor evangelizadora, incluso en
las ejecuciones. Cuando Cortés ahorcó a Cuauhtémoc, el último emperador azteca,
un fraile franciscano encomendó el alma del azteca a Dios con la interpretación
de doña Marina.
En las misiones
de las órdenes católicas, franciscanos, dominicos y agustinos desempeñaron una
labor fundamental en el Nuevo Mundo. Intentaban aprender la lengua autóctona
rápidamente para así traducir catecismos y lograr convertir a los indígenas. El
franciscano fray Bernardino de Sahagún fue más allá y aprendió las costumbre y
la religión de los aztecas. Escribió con sus discípulos trilingües el Códice
Florentino o la Historia general de las cosas de Nueva España, una
obra trilingüe en náhuatl, español y latín que recoge la cultura mexica.
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