martes, 15 de noviembre de 2016

LA MALINCHE



Doña Marina (también conocida como Malinche, Malintzin o Malinalli) fue un tributo de guerra entre los mayas y los aztecas, por lo que hablaba náhuatl (su lengua materna) y maya (su segunda lengua). Posteriormente entraría al servicio de Cortés y aprendería español. La figura histórica de Malinche a menudo se confunde con el mito. Algunas veces se identifica con la leyenda mexicana de la Llorona. La Llorona es un fantasma de una mujer joven vestida de blanco que se aparece en los caminos. Según la leyenda, se trata de una viuda que, ante el abandono de su marido, enloquece y asesina a sus hijos. Obviamente, no hay pruebas de que esto ocurriera con Malinche. Sin embargo, existe la palabra malinchismo, que se relaciona con la crueldad de la conquista de México a manos de los españoles y con la pérdida cultural.
Ambos intérpretes de Cortés ya eran católicos, por lo que el conquistador supuso que así sería más fácil transmitir el cristianismo a los indígenas. Ambos colaboraban con los frailes y sacerdotes en su labor evangelizadora, incluso en las ejecuciones. Cuando Cortés ahorcó a Cuauhtémoc, el último emperador azteca, un fraile franciscano encomendó el alma del azteca a Dios con la interpretación de doña Marina.
En las misiones de las órdenes católicas, franciscanos, dominicos y agustinos desempeñaron una labor fundamental en el Nuevo Mundo. Intentaban aprender la lengua autóctona rápidamente para así traducir catecismos y lograr convertir a los indígenas. El franciscano fray Bernardino de Sahagún fue más allá y aprendió las costumbre y la religión de los aztecas. Escribió con sus discípulos trilingües el Códice Florentino o la Historia general de las cosas de Nueva España, una obra trilingüe en náhuatl, español y latín que recoge la cultura mexica.
Fuente: Carrera Fernandez J., El papel del traductor como mediador cultural, Traducción y Cultura, Soria, 2014.

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